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River-Boca, un triunfo madrileño

Que la Final de la Copa Libertadores en el Santiago Bernabéu fuera un espectáculo deportivo sin incidentes graves entre sus seguidores no me parece un motivo para felicitar a los argentinos por su “ejemplar” conducta en un estadio de fútbol. Sino más bien a la organización y al control de seguridad que condicionó sin duda el comportamiento de la hinchada más ra-dical. Por suerte, a gran parte de la misma le fue imposible viajar hasta la capital de España (ya fuera por su economía o por prohibición expresa) por lo que el encuentro estuvo envuelto en un ambiente mucho más sano y que jamás habría sido posible en el continente americano. Sobre el césped se notó que entre River y Boca hay un “odio” de algún modo comparable al de las peores épocas entre Real Madrid y Barcelona, salvo que entre millonarios y xeneizes queda más demostrado -con entradas casi criminales sobre el terreno de juego- que su enemistad está latente y que lo del juego limpio no va con ellos. Ojalá que algún día ambos clubs decidan apoyar a sus respectivos equipos desde el respeto y el marco deportivo, y dejen de lado los mensajes de violencia que calan entre aficionados cuya única motivación en la vida es que su equipo gane, sea del modo que sea. En definitiva, que el encuentro Boca-River fuese un éxito deportivo debería de ser lo normal, en cualquier parte del mundo y por mucha rivalidad que exista. A ver si toma nota la Conmebol de cómo se organiza un evento de esta magnitud y echa, de una vez por todas, a los indeseables ultras (como ya hizo Europa en gran medida) Triste es que Madrid se tuviese que blindar -literalmente- para asegurar que un simple partido de fútbol (por mucho que nos guste) se disputase sin altercados. Hay que recordar que en el deporte, como en la vida, unas veces se gana y otras se aprende.



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