Enorme mérito el que tienen los dos principales equipos de Madrid. El Real, por conseguir ante el Bayern su séptima clasificación consecutiva para las semifinales de la Copa de Europa (amén de sus dos Champions ganadas recientemente, en 2014 y 2016) Y el Atlético, por obtener su pase a esa ronda por tercera ocasión en sus últimos cuatro años de exitosa participación europea. Los blancos, entrenados por un inspirado y cercano Zinedine Zidane, además tienen actualmente una situación privilegiada en La Liga y su posibilidad de hacer el gran doblete es, cuando menos, un sueño razonable y para nada lejano. Y los rojiblancos del Cholo Simeone -quienes luchan denodadamente por concluir terceros en el torneo doméstico por delante del Sevilla- tienen como máximo objetivo levantar su primera "orejona". Están a tres partidos de conseguir semejante premio, y parece más que justo que el conjunto colchonero termine (por fin) por todo lo alto y con una amplia sonrisa su andadura continental. Lo que me queda más que claro es que, lo ocurrido frente al club vecino y máximo rival en las finales de Lisboa y Milán, no fueron decepciones suficientes como para desmoralizar lo más mínimo a una plantilla (y a un entrenador) con una fe ciega en sí misma y una capacidad de trabajo infinita ¡Madrid vuelve a ser la indiscutible capital de Europa!
